Hola Nayma:
No tenemos el gusto de conocernos personalmente, pero al ser oaxaca un pañuelo, puedo asegurarte que alguna vez hemos cruzado un par de palabras. Recientemente leí un articulo tuyo acerca de la trata de personas, documento inserto en la revista a Diario No. 5 febrero-marzo 2009. Debo primeramente felicitarte por la compilación informativa tan oportuna que incluyes, ya que muchas veces los números que se manejan llegan a ser insuficientes para darnos cuenta de la magnitud del problema. Recientemente recordé una plática que tuve con mi mentor el Lic. Heraclio Bonilla Gutierrez, con quién tengo una amistad añeja que se remonta a mis días de universitaria, y que al tenor de tu artículo, me atrevería a redactar algunos comentarios al margen.
Primeramente debemos estar conscientes que nuestro debil y corrupto sistema jurídico deja espacios claramente aprovechables por aquellos que tienen como modus vivendi la trata de personas, solo basta recordar un hecho no muy lejano de nuestra historia reciente: Lidia Cacho. No es que enarbole banderas ajenas, pero independientemente de la historia personal que manejó, cabe resaltar la urgencia de reformar de manera sustancial nuestro sistema. Lidia Cacho dejó ver que la red de corrupción llega a esferas políticas superiores, ya que desde mi apreciación personal, no creo que la amistad entre el Gober Precioso y X haya sido solamente su mutua afición al wiskey single malt, sino que también deben tener otras cosas en común. La visible ceguera que padece nuestro sistema jurídico se debe en gran medida en la poca disposición y compromiso que establecen las autoridades para abatir este flagelo, debido inclusive a la permisibilidad que nuestra Constitución dá para que las personas menos capacitadas ocupen puestos legislativos. En pocas palabras, nuestra realidad ha rebasado los ideales que de Democracia tuvieron aquellos, nuestros padres de la patria independiente. Desgraciadamente el pensar en la profesionalización de los puestos de elección popular es atentar primeramente al principio rector de la democracia, el derecho a votar y ser votado, dejandonos insertos en el paradigma de la realización de una sociedad moderna, justa y equitativa (idea que dejó sembrada mi amigo Vicente Refregger Ramos). Analizando posteriormente esta idea llegue a la conclusión (sin ser fanática de las teorías conspirativas), que si se llevara a cabo de manera correcta la aplicación del principio rector del “Derecho a la educación”, luego entonces la profesionalización no sería un sueño tan absurdo, ya que teniendo una población que accede a un sistema educativo oportunamente puede ver cristalizadas a la postre sus sueños. Pero aquí reside el problema fundamental o primario de la ecuación: Si tenemos una población academicamente educada, sería imposible gobernarnos como lo han venido haciendo hace siglos. Temiendo estar equivocada, recuerdo que Maquiavelo en su obra “El Príncipe”, manifestaba que el poder reside el la manipulación del colectivo, y entre menos preparado este, pues mucho mejor.
Así pues te podrás dar cuenta que estamos en un circulo vicioso, damos vueltas como perro persiguiendo su cola, buscamos una salida y solo atinamos a culpar a quienes que por mayoría, desatinadamente nos gobiernan y nos hacen las leyes. Personas ajenas al compromiso de servir, que inmersos en su obvia incompetencia solo atinan a darnos “atole con el dedo”. Es evidente que la trata de personas no es un problema actual, podemos retroceder miles de años y encontrar ejemplos de evidente compra y venta de esclav@s, para el servicio sexual o doméstico. Esta práctica radica principalmente en la apreciación que podemos hacer de los seres humanos: Inferioridad. Podemos retroceder a la etapa colonizadora de nuestro país y podemos darnos cuenta que nacimos como nación colonizada en la etapa tardia de la historia. Concretamente podemos considerar que nuestra nación fué subyugada, amartillada y moldeada de manera en que nuestros colonizadores decidieron y consideraron apropiada. Nuestros indigenas no fueron considerados seres humanos (según los cánones eclesiáticos de la época) y siendo así fueron obligados a adoptar una lengua, costumbres e ideas muchas veces contrarias a su ideología, logrando una sumisión colectiva. Siguiendo en el tenor de esta idea nos remontaremos a la etapa Independentista, donde bien sabemos el movimiento insurgente es ideado por aquellos “criollos” inconformes con las prácticas y normas establecidas por la corona española. En nuestra epoca actual seguimos estando sumisos a un sistema individualista, que sobrepone el “bien común” a los intereses particulares, asi pues para cerrar el círculo, nuevamente me refiero al Gober Precioso y su amigo. Pero si en algún momento decidimos romper el circulo infinito de sumisión, solo debemos apartarnos de una cosa: El egoismo. Ese que nos lleva a enfrentarnos entre nosotros para lograr ser y tener más que los demás; el que nos lleva a apartarnos de nuestro compromiso como ciudadanos y como dirigentes, dejando atras el desarrollo del que hemos sido privados desde épocas colonizadoras. Nuestra falta de identidad como nación, nos lleva a “aborregarnos” y seguir perteneciendo a una manada con sueños ufanos de grandeza. Nuestra labor primordial reside en la urgente necesidad de identifcarnos entre nosotros como miembros de un mismo pais, con intereses comúnes. No alienarnos sino integrarnos (no solo cuando juegue el Tricolor o sea 15 de Septiembre), sino en cada faceta de nuestra existencia como Mexicanos.
No quiero que estas lineas desmoralizen la ardua labor que diligentemente llevas, al contrario, solo propongo que nos replanteemos el verdadero origen de nuestros flagelos. No es culpa de Calderón, ni de Zedillo mucho menos del inadecuado sistema económico, social, político y jurídico que tenemos, más bien debemos observar panoránicamente el problema sustancial: La educación y el compromiso de servir.
Termino estas lineas, no sin antes felicitarte por tus aportaciones en la revista, agradeciendote de antemano por concederme unos minutos de tu apreciable tiempo.
Lic. Cora Ruth Sánchez Coronel.
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