¨Cuesta tanto entender porque el corazón late con tanta fuerza, al ver tus ojos entiendo que a pesar de todo has entrado en mi; y ahora que lo sé me pregunto que hago con este sentimiento, que anhelado, llega tarde; por que mi cuerpo pertenece a él y mi alma perdura en tí, el amante perfecto.¨
Estudios recientes elaborados en el Reino Unido, estipulan que la razòn de la infidelidad es naturalmente genética, (Genes 3,7 y 20). Estos estudios abren nuevas posibilidades jurídicas,sobre todo en aquellos paises donde se costumbran (y comtemplan por ley) los acuerdos prenupciales, modificando incluso hasta las causales de divorcio, aduciendo la carga genética de la pareja en cuestión para solicitar el divorcio, o solicitar un documento medico donde se certifique la inexistencia del gen, como requisito en los acuerdos prenupciales.
Pero más allá de las características genéticas, me parece más lógico y accesible tornar la cabeza a nuestra carga natural (por no decir animal, ya que algunos se sientes aducidos por la palabra). Si observamos las conductas animales, la mayoría de éstos se encuentran controlados por una serie de elementos fisiologicos, que les dá esas caractéristicas poligamas. Generalmente la necesidad de dejar una fuerte huella dentro del sistema social en el que se desenvuelven le permite la lucha constante por la supremacía sexual, pudiendo inseminar a tantas hembras como su capacidad de mantenerlas a salvo de otros congéneres de la raza, pudiendo incluso (como en el caso de los felinos salvajes) matar a las crias de un ejemplar anterior, para que la hembra entre en estado reproductivo y pueda ser éste nuevo ejemplar quíen deje su huella.
Con éstas consideraciones en mente, podemos simplificar que las conductas humanas no están más alejadas de éste comportamiento animal, solo con la pequeña diferencia que a nosotros los seres humanos, nos gobierna la racionalidad, la culpa, el pecado, las buenas costumbres...en fín, todas aquellas normas externas que han sido impuestas (por nosotros) para controlar estas conductaa y así poder sentirnos superiores y sobretodo diferenciados de nuestros paralelos salvajes.
Pero no podemos olvidar que miles de años de evolución, no han podido borrar los pequeños destellos de animal que aún llevamos dentro de nosotros, y podemos, utilizando nuestras herramientas racinales, buscar nuevas explicaciones para algo que ha pertenecido a nuestra conducta por miles de años. La infidelidad, no es más que la busqueda constante de la permanencia, ya sea dejar nuestras caracteríticas fisicas como recuerdo de nuestra supremacia, esto obviamente hablando del grupo masculino, la constante necesidad de preñar a un numero grande de hembras, le otorga la seguridad de establecer la permanencia de su especie y caracteristicas para la posteridad.
Ahora pasemos al lado femenino de la especie. La hembra siente la necesidad de aparearse con aquél que sea el que demuestre tener el control de grupo social.
Según la sexóloga Susan Barash, en Estados Unidos, seis de cada diez mujeres casadas tienen al menos una experiencia sexual fuera del matrimonio. El camino de la infidelidad está pavimentado con expectativas insatisfechas sobre el sexo y el amor legal, aseguran los especialistas, y aunque ellas quisieran pasar décadas de buen sexo y citas románticas dentro del matrimonio, saben que el arrebato que emboba y nubla los sentidos tiene los minutos contados. Con 20 años de experiencia en terapias de pareja, Waisbrot opina que "es impresionante el descenso del deseo sexual en muchos hombres, por lo tanto la falta de satisfacción en el deseo de las mujeres se torna crucial. Si una mujer se siente insatisfecha, plantea sus reclamos, no obtiene respuesta y se genera una salida para otro lado, eso puede ser menos generador de culpa en la mujer infiel". La culpa, de todos modos, tiene que ver más con el valor social de la fidelidad. "Se espera fidelidad. El contrato es monogámico y la infidelidad es pecaminosa -dice el psiconalista-. Y la condena social es mayor en la mujer. Cuando es traicionado, el varón se siente más herido narcisísticamente que una mujer, pero lo padece por el consenso social de lo que debe ser un hombre".
En las sociedades tradicionales, ya sean antiguas o contemporáneas, las mujeres son consideradas como propiedad de su marido y su infidelidad se castiga con crueldad. La larga historia de subordinación social femenina ha dejado hondas huellas en el psiquismo humano. Por ese motivo, aun en sectores modernizados, la infidelidad femenina es menos frecuente que la masculina. Sin embargo, a medida que las mujeres educadas y urbanas acumulan mayor poder y recursos económicos personales, su conducta se asemeja progresivamente al estilo masculino.
No existe entonces nada semejante a un eterno femenino; las mujeres no han sido fieles por convicción sino por temor. La dependencia y el miedo al desamparo o a las represalias, en muchas ocasiones se ha mistificado bajo la apariencia del amor. Por eso es difícil, incluso para las protagonistas, diferenciar en qué medida su modo de experimentar el compromiso amoroso es o no genuino.
Sin embargo, todavía es más frecuente que las mujeres aspiren a establecer una comunicación sincera y que sufran con las situaciones de duplicidad, que resultan naturalizadas para muchos hombres, al menos cuando se trata de la ética amorosa. ¿Cuáles son los motivos más frecuentes por los que una mujer se involucra en una relación paralela a su matrimonio? La decepción respecto de la imagen masculina idealizada fomenta el desencanto, cuando un varón de carne y hueso no logra asemejarse al modelo de la masculinidad. La venganza es otra fuente de infidelidades femeninas. Heridas por lo que experimentan como una traición, se mimetizan con la conducta masculina tradicional y pagan al infiel con su misma moneda.
Otra motivación deriva de la insatisfacción con la propia vida. Sedientas de aventuras, creen superar sus limitaciones a través del amor y el erotismo, por causa de su dificultad para ensayar otros caminos. En la Modernidad tardía, es posible repensar el acuerdo matrimonial y acordar términos menos posesivos para la relación. Pero cuando existe diferencia entre lo prometido y lo actuado, los conflictos estallan creando dolor y en muchos casos, destrucción del vínculo. Y eso ocurre especialmente cuando son ellas quienes se sustraen de su rol ancestral y se atreven a falsear el contrato.
Estudios recientes elaborados en el Reino Unido, estipulan que la razòn de la infidelidad es naturalmente genética, (Genes 3,7 y 20). Estos estudios abren nuevas posibilidades jurídicas,sobre todo en aquellos paises donde se costumbran (y comtemplan por ley) los acuerdos prenupciales, modificando incluso hasta las causales de divorcio, aduciendo la carga genética de la pareja en cuestión para solicitar el divorcio, o solicitar un documento medico donde se certifique la inexistencia del gen, como requisito en los acuerdos prenupciales.
Pero más allá de las características genéticas, me parece más lógico y accesible tornar la cabeza a nuestra carga natural (por no decir animal, ya que algunos se sientes aducidos por la palabra). Si observamos las conductas animales, la mayoría de éstos se encuentran controlados por una serie de elementos fisiologicos, que les dá esas caractéristicas poligamas. Generalmente la necesidad de dejar una fuerte huella dentro del sistema social en el que se desenvuelven le permite la lucha constante por la supremacía sexual, pudiendo inseminar a tantas hembras como su capacidad de mantenerlas a salvo de otros congéneres de la raza, pudiendo incluso (como en el caso de los felinos salvajes) matar a las crias de un ejemplar anterior, para que la hembra entre en estado reproductivo y pueda ser éste nuevo ejemplar quíen deje su huella.
Con éstas consideraciones en mente, podemos simplificar que las conductas humanas no están más alejadas de éste comportamiento animal, solo con la pequeña diferencia que a nosotros los seres humanos, nos gobierna la racionalidad, la culpa, el pecado, las buenas costumbres...en fín, todas aquellas normas externas que han sido impuestas (por nosotros) para controlar estas conductaa y así poder sentirnos superiores y sobretodo diferenciados de nuestros paralelos salvajes.
Pero no podemos olvidar que miles de años de evolución, no han podido borrar los pequeños destellos de animal que aún llevamos dentro de nosotros, y podemos, utilizando nuestras herramientas racinales, buscar nuevas explicaciones para algo que ha pertenecido a nuestra conducta por miles de años. La infidelidad, no es más que la busqueda constante de la permanencia, ya sea dejar nuestras caracteríticas fisicas como recuerdo de nuestra supremacia, esto obviamente hablando del grupo masculino, la constante necesidad de preñar a un numero grande de hembras, le otorga la seguridad de establecer la permanencia de su especie y caracteristicas para la posteridad.
Ahora pasemos al lado femenino de la especie. La hembra siente la necesidad de aparearse con aquél que sea el que demuestre tener el control de grupo social.
Según la sexóloga Susan Barash, en Estados Unidos, seis de cada diez mujeres casadas tienen al menos una experiencia sexual fuera del matrimonio. El camino de la infidelidad está pavimentado con expectativas insatisfechas sobre el sexo y el amor legal, aseguran los especialistas, y aunque ellas quisieran pasar décadas de buen sexo y citas románticas dentro del matrimonio, saben que el arrebato que emboba y nubla los sentidos tiene los minutos contados. Con 20 años de experiencia en terapias de pareja, Waisbrot opina que "es impresionante el descenso del deseo sexual en muchos hombres, por lo tanto la falta de satisfacción en el deseo de las mujeres se torna crucial. Si una mujer se siente insatisfecha, plantea sus reclamos, no obtiene respuesta y se genera una salida para otro lado, eso puede ser menos generador de culpa en la mujer infiel". La culpa, de todos modos, tiene que ver más con el valor social de la fidelidad. "Se espera fidelidad. El contrato es monogámico y la infidelidad es pecaminosa -dice el psiconalista-. Y la condena social es mayor en la mujer. Cuando es traicionado, el varón se siente más herido narcisísticamente que una mujer, pero lo padece por el consenso social de lo que debe ser un hombre".
En las sociedades tradicionales, ya sean antiguas o contemporáneas, las mujeres son consideradas como propiedad de su marido y su infidelidad se castiga con crueldad. La larga historia de subordinación social femenina ha dejado hondas huellas en el psiquismo humano. Por ese motivo, aun en sectores modernizados, la infidelidad femenina es menos frecuente que la masculina. Sin embargo, a medida que las mujeres educadas y urbanas acumulan mayor poder y recursos económicos personales, su conducta se asemeja progresivamente al estilo masculino.
No existe entonces nada semejante a un eterno femenino; las mujeres no han sido fieles por convicción sino por temor. La dependencia y el miedo al desamparo o a las represalias, en muchas ocasiones se ha mistificado bajo la apariencia del amor. Por eso es difícil, incluso para las protagonistas, diferenciar en qué medida su modo de experimentar el compromiso amoroso es o no genuino.
Sin embargo, todavía es más frecuente que las mujeres aspiren a establecer una comunicación sincera y que sufran con las situaciones de duplicidad, que resultan naturalizadas para muchos hombres, al menos cuando se trata de la ética amorosa. ¿Cuáles son los motivos más frecuentes por los que una mujer se involucra en una relación paralela a su matrimonio? La decepción respecto de la imagen masculina idealizada fomenta el desencanto, cuando un varón de carne y hueso no logra asemejarse al modelo de la masculinidad. La venganza es otra fuente de infidelidades femeninas. Heridas por lo que experimentan como una traición, se mimetizan con la conducta masculina tradicional y pagan al infiel con su misma moneda.
Otra motivación deriva de la insatisfacción con la propia vida. Sedientas de aventuras, creen superar sus limitaciones a través del amor y el erotismo, por causa de su dificultad para ensayar otros caminos. En la Modernidad tardía, es posible repensar el acuerdo matrimonial y acordar términos menos posesivos para la relación. Pero cuando existe diferencia entre lo prometido y lo actuado, los conflictos estallan creando dolor y en muchos casos, destrucción del vínculo. Y eso ocurre especialmente cuando son ellas quienes se sustraen de su rol ancestral y se atreven a falsear el contrato.