jueves, 27 de noviembre de 2008

Relato de una mujer ordinaria.

Ella miraba al espejo y con tan triste mirada veía su cuerpo envuelto en aquel pulcro vestido blanco, recogido su cabello cobrizo dejaba al descubierto la delicadeza de su cuello, y tomó el ramo entre sus manos...y viendo esta escena del Hombre araña 2 me di cuenta de que no recuerdo bien mi boda. Fue tan triste tratar de recordarlo, sobre todo porque apenas se cumplirán siete años desde que decidí tomar la monogamia como mi forma de vida. Entonces pensé si sería la única en tener tan grave problema de memoria a mediano plazo, sobre todo porque la sociedad comenta que la boda es el momento más hermoso en la vida de la novia (me pregunto si el novio no lo considera así). Pues bien, creo que decidí romper la regla común y esa parte de mi “felicidad” ha quedado esfumada de mi mente, pues solo algunos recuerdos vagos de película muda han quedado, forzándome así a creer que realmente estoy casada; que debió ser una fiesta increíble y que la misa fue excepcional. Más ahora, empecinada en mi tratar de recordar comencé a lograr reconstruir un poco del pasado de mi existencia, pero me doy cuenta que me es difícil tener un momento de más de diez minutos de tranquilidad, casi etérea para lograr mi cometido, y es que dentro de esta amnésica vida, en algún momento decidí que era momento de traer al mundo a dos seres, que maravillosas, rompen la incipiente tranquilidad de mi mente.
Pues bien, ¿a qué debo esta continua red de sucesos que se desvanecen de mi mente y como si fueran anécdotas de otro ser las logro algunas veces recordar?, ¿será acaso que lo que como regla general se aplica a mujeres excepcionales y yo solo soy una mujer ordinaria más?, ¿será pues que es una forma de negación de mi subconsciente a mi realidad?, ¿valdrá la pena desentrañar la telaraña y conocer lo que está atrapado en mi mente?.
Muchos años ha que escribí decenas de sonetos y uno que otro cuento, mirando al futuro en un estado de continuo sopor enamorado; doliéndome de enamorada estar de aquel ser inexistente que continuamente llenaba los vacios de mi razón adolescente. Si algo deseaba constantemente era poder escribir tanto como mi mano lo soportase, como si esa acción pudiera calmar a mi corazón enamorado del amor.
Pues así seguí (y lo recuerdo bien), buscando a ese amor perfecto e inmutable, que con un solo aliento me diera la vida que mi alma añoraba, incesante; cómo si lo hubiera perdido en el columpiar de mi niñez, y ahora en mi precoz juventud lo deseaba de regreso, para sentirme de nuevo completa. Mi mente volaba con narraciones de Jane Austin, he imaginaba que mi ser había sido arrancado a la realidad, que yo alguna vez fui Marianne Dashwood y que al ser que buscaba era al Coronel Brandon. Más fui siguiendo el camino de la madurez, ese que te imponen por ser correcto, más aún añoraba a mi amante inexistente.
Como maldición del cuento de Sherezada en las mil y una noches, besé igual cantidad de sapos, esperando sentir eso que mi corazón necesitaba para latir con la fuerza de la vida que se esfumaba, necesitaba urgente encontrar el aliento aquel que me envolviera en un sueño profundo, letárgico, pues lo que deseaba era que permaneciera lo más posible en mí.
Todos aquellos seres fueron desencantados con mis besos, y puedo decir que traje al mundo a algunos que hubiera sido mejor dejarlos en sapo seguir su vida, pero en mi necia búsqueda olvidé que la esencia permanece y traté de cambiar lo inmutable, traté de príncipe al asesino, de romántico al cínico, de poeta al desalmado y de mi amor encontré cada día menos.
Así que siguiendo la ruta de la madurez, empecé a pensar menos en aquél ser que mis entrañas llenaba de paz mi alma y saciaba mi sed de amar con su sola presencia imaginaria. Seguí buscando y ahora me encontraba estudiando lo que debía ser la forma futura de ganarme el sustento, lo que le generaba a mi paupérrima mono parental familia un mensual dolor de cabeza, siendo así que logré seguir con una beca mi futuro sustento terminar. Durante ese tiempo conocí al que ahora comparte mi vida, mi cama y algunas veces mi sueldo, y que muchas veces he pensado es aquél que con ansias esperaba la mayor parte de mi existencia, así que con él decidí la monogamia sacramental.
Más ahora después de casi siete años de común matrimonio, trato de recordar esos momentos que debieron ser clave en mi vida de señora, por eso es que mi boda se volvió la obsesión de esta temporada. Muchas veces he pensado si es correcto mirar hacia atrás y valorar lo que se tiene contra lo que se siente perdido, sopesar si lo que es resultó ser lo que se buscó, y si en alguna parte del ayer se perdió la melancólica búsqueda de la felicidad. Me pregunto si es necesario volver la cabeza o es mejor seguir caminando por el rumbo elegido, sin preguntarse que fue de aquello que alguna vez albergó la mayor parte de mis pensamientos de precoz juventud. No sé cuál sea la respuesta, después de todo el tiempo siempre avanza y siempre resulta ser más juez que testigo, en las acciones de la vida el menor desvío se devuelve en un camino completo, distante y permanente.
Observo a mi compañero, no puedo pedir más de lo que tengo ahora frente a mí, ha resultado ser mucho de lo que añoré incesantemente perdido ayer, es fiel, trabajador sin más vicios que su constante demostración de amor infinito a mi ordinaria persona. Viaja por la mayor parte del mundo y muchas veces he envidiado la suerte que le libra de la condena de la costumbre que habita en el día a día, pero sé que desgraciadamente él también no disfruta los viajes que por su trabajo realiza, sin embargo vida como la de él muchos (incluyéndome) deseamos muchas veces.
Crecimos como pareja y en una familia nos convertimos, dos ángeles en la tierra tenemos ahora y uno que al cielo decidió regresar a mi casi tercer mes de embarazo, por lo que lo cuento como uno más, invisible. Crecimos y yo fui olvidando lo que necesitaba encontrar, ya que me encontraba (y aún estoy) muy ocupada resolviendo la vida de mi familia, ya que esa es (o era) la tarea de la madre y esposa, ama de casa incondicional, que nace sin más deseo que servir al cálido abrazo del hogar.
Poco a poco olvidé como escribir los sonetos que acostumbraba, y olvidé como redactar mis cuentos, aquellos que buscaban al enamorado que llenara mi ser de vida, me volví un autómata orgánico, complaciente, sin anhelos externos, solo permanecían aquellos que a la órbita familiar beneficiaran, así fue que busqué un trabajo que me permitiera sentir la etapa más hermosa de mi vida, y ahora me encuentro emulando a Platón, Aristóteles y Sócrates, enseñando lo que ya pasó y su importancia presente, enseñando cómo apreciar el texto de alguien que sigue buscando a ese ser que le devuelva la vida, cómo conocer al autor de tan metafóricas frases de amor que envuelven la mente y la hacen viajar.
Me encuentro a casi la mitad de mi vida, mirándome al espejo pensando si lo que soy es lo que realmente quise ser, y quiero creer que así es.
Así que aquí estoy preguntándome si realmente alguien considera el día de su boda como el más importante de su vida y si lo recuerdan tan claro como el día, porque yo prefiero recordar el olor de mi amante enamorado, su voz y sus palabras, aquellas que volvían a la vida a mi alma extraviada en la incesante búsqueda de él, y aunque no fue física su existencia, quiero pensar que al que miro frente a mí ahora es aquél amante de muchos años atrás.
Sólo me queda sentir lo que sentía cuando escribí aquellos sonetos interminables, porque tengo que asegurar que la realidad no supera a la ficción, que el amor no acaba pero se transforma y que lo que sentí cambió, sin embargo cuando recuerdo mis años enamorados, vuelve a la vida mi alma enamorada.
Pero basta de recuerdos efímeros, la película ha terminado como siempre, y hay que levantar las evidencias de salud y felicidad de mis ángeles que adornan mi casa con un toque de caos universal, y mirando a mi pareja sacramental sigo la vida, aunque muchas veces olvide lo que para otros es especial.

viernes, 29 de agosto de 2008

INFIDELIDAD NATURAL

¨Cuesta tanto entender porque el corazón late con tanta fuerza, al ver tus ojos entiendo que a pesar de todo has entrado en mi; y ahora que lo sé me pregunto que hago con este sentimiento, que anhelado, llega tarde; por que mi cuerpo pertenece a él y mi alma perdura en tí, el amante perfecto.¨

Estudios recientes elaborados en el Reino Unido, estipulan que la razòn de la infidelidad es naturalmente genética, (Genes 3,7 y 20). Estos estudios abren nuevas posibilidades jurídicas,sobre todo en aquellos paises donde se costumbran (y comtemplan por ley) los acuerdos prenupciales, modificando incluso hasta las causales de divorcio, aduciendo la carga genética de la pareja en cuestión para solicitar el divorcio, o solicitar un documento medico donde se certifique la inexistencia del gen, como requisito en los acuerdos prenupciales.
Pero más allá de las características genéticas, me parece más lógico y accesible tornar la cabeza a nuestra carga natural (por no decir animal, ya que algunos se sientes aducidos por la palabra). Si observamos las conductas animales, la mayoría de éstos se encuentran controlados por una serie de elementos fisiologicos, que les dá esas caractéristicas poligamas. Generalmente la necesidad de dejar una fuerte huella dentro del sistema social en el que se desenvuelven le permite la lucha constante por la supremacía sexual, pudiendo inseminar a tantas hembras como su capacidad de mantenerlas a salvo de otros congéneres de la raza, pudiendo incluso (como en el caso de los felinos salvajes) matar a las crias de un ejemplar anterior, para que la hembra entre en estado reproductivo y pueda ser éste nuevo ejemplar quíen deje su huella.
Con éstas consideraciones en mente, podemos simplificar que las conductas humanas no están más alejadas de éste comportamiento animal, solo con la pequeña diferencia que a nosotros los seres humanos, nos gobierna la racionalidad, la culpa, el pecado, las buenas costumbres...en fín, todas aquellas normas externas que han sido impuestas (por nosotros) para controlar estas conductaa y así poder sentirnos superiores y sobretodo diferenciados de nuestros paralelos salvajes.
Pero no podemos olvidar que miles de años de evolución, no han podido borrar los pequeños destellos de animal que aún llevamos dentro de nosotros, y podemos, utilizando nuestras herramientas racinales, buscar nuevas explicaciones para algo que ha pertenecido a nuestra conducta por miles de años. La infidelidad, no es más que la busqueda constante de la permanencia, ya sea dejar nuestras caracteríticas fisicas como recuerdo de nuestra supremacia, esto obviamente hablando del grupo masculino, la constante necesidad de preñar a un numero grande de hembras, le otorga la seguridad de establecer la permanencia de su especie y caracteristicas para la posteridad.
Ahora pasemos al lado femenino de la especie. La hembra siente la necesidad de aparearse con aquél que sea el que demuestre tener el control de grupo social.
Según la sexóloga Susan Barash, en Estados Unidos, seis de cada diez mujeres casadas tienen al menos una experiencia sexual fuera del matrimonio. El camino de la infidelidad está pavimentado con expectativas insatisfechas sobre el sexo y el amor legal, aseguran los especialistas, y aunque ellas quisieran pasar décadas de buen sexo y citas románticas dentro del matrimonio, saben que el arrebato que emboba y nubla los sentidos tiene los minutos contados. Con 20 años de experiencia en terapias de pareja, Waisbrot opina que "es impresionante el descenso del deseo sexual en muchos hombres, por lo tanto la falta de satisfacción en el deseo de las mujeres se torna crucial. Si una mujer se siente insatisfecha, plantea sus reclamos, no obtiene respuesta y se genera una salida para otro lado, eso puede ser menos generador de culpa en la mujer infiel". La culpa, de todos modos, tiene que ver más con el valor social de la fidelidad. "Se espera fidelidad. El contrato es monogámico y la infidelidad es pecaminosa -dice el psiconalista-. Y la condena social es mayor en la mujer. Cuando es traicionado, el varón se siente más herido narcisísticamente que una mujer, pero lo padece por el consenso social de lo que debe ser un hombre".
En las sociedades tradicionales, ya sean antiguas o contemporáneas, las mujeres son consideradas como propiedad de su marido y su infidelidad se castiga con crueldad. La larga historia de subordinación social femenina ha dejado hondas huellas en el psiquismo humano. Por ese motivo, aun en sectores modernizados, la infidelidad femenina es menos frecuente que la masculina. Sin embargo, a medida que las mujeres educadas y urbanas acumulan mayor poder y recursos económicos personales, su conducta se asemeja progresivamente al estilo masculino.

No existe entonces nada semejante a un eterno femenino; las mujeres no han sido fieles por convicción sino por temor. La dependencia y el miedo al desamparo o a las represalias, en muchas ocasiones se ha mistificado bajo la apariencia del amor. Por eso es difícil, incluso para las protagonistas, diferenciar en qué medida su modo de experimentar el compromiso amoroso es o no genuino.

Sin embargo, todavía es más frecuente que las mujeres aspiren a establecer una comunicación sincera y que sufran con las situaciones de duplicidad, que resultan naturalizadas para muchos hombres, al menos cuando se trata de la ética amorosa. ¿Cuáles son los motivos más frecuentes por los que una mujer se involucra en una relación paralela a su matrimonio? La decepción respecto de la imagen masculina idealizada fomenta el desencanto, cuando un varón de carne y hueso no logra asemejarse al modelo de la masculinidad. La venganza es otra fuente de infidelidades femeninas. Heridas por lo que experimentan como una traición, se mimetizan con la conducta masculina tradicional y pagan al infiel con su misma moneda.

Otra motivación deriva de la insatisfacción con la propia vida. Sedientas de aventuras, creen superar sus limitaciones a través del amor y el erotismo, por causa de su dificultad para ensayar otros caminos. En la Modernidad tardía, es posible repensar el acuerdo matrimonial y acordar términos menos posesivos para la relación. Pero cuando existe diferencia entre lo prometido y lo actuado, los conflictos estallan creando dolor y en muchos casos, destrucción del vínculo. Y eso ocurre especialmente cuando son ellas quienes se sustraen de su rol ancestral y se atreven a falsear el contrato.